¿Cómo es hoy tu estado de ánimo?

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¿Has oído hablar de la anhedonia? Es posible que estés pasando por ello y no te des cuenta. Sin embargo, sí que percibes que ya no lo pasas bien con cosas con las que antes sí lo hacías, que hay poquitas cosas que te motivan. Puede que, pese a tener ahora mismo todo lo que necesitas, no lo disfrutes. Quizás estás buscando de forma consciente la soledad, pese a que hay gente en tu casa con la que puedes socializar o por Whatsapp si es que tienes toda la casa para ti.

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Otros síntomas pueden ser que notas un cambio en los patrones de sueño: insomnio o exceso de sueño, te apetece dormir mucho y cuando te levantas, lo haces por obligación, sin ilusión por nada de lo que vas a hacer a lo largo del día.

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También puedes observar sensaciones físicas como inquietud, agitación o una sensación de “enlentecimiento” con falta de energía, incluso pueden aparecer problemas físicos o trastornos psicosomáticos. Muy a menudo también se da pérdida de la libido o falta de interés en la intimidad física.

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A nivel mental tienes sentimientos de ser inútil o pasas a sentir culpa sin motivos concretos. Te cuesta pensar y concentrarte en una tarea o en tomar decisiones nimias como qué película ver o qué cenar hoy.

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Y lo que más sufrimiento produce: puedes tener sentimientos negativos hacia ti y hacia los demás, con menos expresividad emocional que antes o expresiones falsas pretendiendo mostrar una felicidad que no sientes. También se pueden dar pensamientos o comportamientos de tipo obsesivo, así como ideas repetitivas de muerte y suicidio.

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Si notas algunos de estos síntomas (temporalmente) puede que hayas entrado en un estado de anhedonia. Este estado no es un trastorno como tal, puede aparecer anhedonia como consecuencia de sufrir ansiedad o una preocupación vital.

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En este momento, desde que se declaró el Estado de Alerta en España, hace 40 días ya, nos hemos visto sometidos a una experiencia excepcional para la cual nadie estaba prevenido: la perdida de la libertad de movimientos y en confinamiento en el hogar bajo la amenaza de una enfermedad potencialmente mortal.

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Por supuesto, cuanto más se alarga en el tiempo, más probabilidades tenemos de ir sumando los síntomas enumerados anteriormente; no es necesario apreciar todos los síntomas, cualquiera de ellos, aunque sea por separado, está justificado en este momento. Hay incertidumbre (miedo) por el futuro, hay una vida recluida entre cuatro paredes, han desaparecido todas nuestras rutinas que nos hacían sentir útiles, no estamos recibiendo ingresos por nuestro trabajo, pero necesitamos comer y pagar facturas igualmente, hay una convivencia obligada que puede desgastar la paciencia en muchos casos, etc. Es lógico y de sentido común, tener cierta sensación de desprotección y desasosiego.

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Nuestro cerebro no está preparado, ni educado, para este tipo de vida y se resiente. Ante esta situación de estrés, el cerebro deja de producir dopamina, un neurotransmisor causante de las sensaciones placenteras y de relajación. Hoy se sabe, tras muchas investigaciones científicas gran parte de sus funciones y es que, la dopamina también está involucrada en el muy complejo sistema cognitivo que nos permite sentir motivación y curiosidad, también ayuda a la coordinación de ciertos movimientos musculares, la regulación de la memoria, al aprendizaje e incluso se ha visto que tiene un papel importante en la toma de decisiones.

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Un dato curioso es que se ha demostrado que las personas con tendencia al sobrepeso y a la obesidad tienen menos receptores de dopamina, con lo que necesitan comer más dulce, o un trozo más grande de tarta, para notar la misma satisfacción que alguien sin sobrepeso.

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Un estudio llevado a cabo en filadelfia por el doctor Martínez en 2010 descubrió, mediante técnicas de neuroimagen que una persona tiene mayor cantidad de receptores de dopamina en su cerebro, cuanto mejor es su estatus social. Es decir que, si no nos relacionamos y disfrutamos de nuestro estilo de vida, baja nuestro autoconcepto y el estado de ánimo al disminuir la producción de este neurotransmisor.

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Atando cabos es fácil llegar a conclusiones sobre qué podemos hacer mientras dure el confinamiento (ya queda poquito) para sentirnos mejor. Podemos tomar medidas ahora, y también después, en favor de nuestro bienestar.

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No podemos salir a la calle, pero podemos elegir cómo sentirnos con ello y actuar en consecuencia, hacer algo que nos haga sentir bien, es invertir en nuestra salud mental.

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