Fatiga pandémica

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Tanto tiempo conviviendo con la enfermedad nos está pasando factura. Millones de personas en todo el mundo están dando muestras de agotamiento ante la dilatación de el estado de alerta mental que llevamos sufriendo desde hace meses. Este tipo de fatiga no solo afecta a la salud mental de los que han pasado la enfermedad, también los que no se han contagiado notan los síntomas.

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Algunos colectivos sufren especialmente la sensación de fatiga. Los sanitarios están implicados directamente, con falta de recursos, exceso de trabajo y con la tensión que supone ver sufrir y morir personas. Arriesgando su propia salud y con poca protección, no es extraño pues, que salgan del trabajo y arrastren la tristeza y desilusión hasta su casa.

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Hasta cierto punto da tranquilidad saber que todos estos síntomas no describen una enfermedad mental o una disfunción física. Si nos levantamos cansados, pasamos casi todo el día irritados, estamos desmotivados y dormimos mal, podemos llegar a preocuparnos, pero ahora sabemos que ese agotamiento y emociones negativas o desagradables pueden ser consecuencia de la situación por la que estamos pasando. Por supuesto, siempre después de haber descartado cualquier otra patología.

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Ya antes de la pandemia había personas, muchas, que sufrían trastornos de ansiedad y de estado de ánimo, depresión o estrés en distintas áreas de su vida. En la mayoría de los países desarrollados se convive de forma casi “natural” con el estrés y la ansiedad sin darnos cuenta, hasta ese punto lo hemos normalizado. Si a esto le añadimos la nueva situación de alarma por contagio del coronavirus, entonces la ansiedad aumenta a niveles difícilmente controlables.

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Dependiendo del aprendizaje previo en emociones, unos pueden sufrir la fatiga más que otros, dependiendo de los recursos de los que disponga y como gestiona su propia vida. Así, si tiene recursos y herramientas suficientes, va a sentirse capaz de afrontar esas demandas que le llevan a vivir de forma intensa y con ansiedad todo lo relacionado con la situación que estamos viviendo. Lo controla y puede vivir con calma.

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Vamos a ver algunos de los síntomas que se producen:

Preocupación

Agotamiento mental

Falta de sueño

Falta o exceso de apetito

Sensación de indefensión

Apatía, desmotivación

Dificultades de concentración

Irritabilidad

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Estos síntomas se están expandiendo a la población en general, hay un desgaste por carencia de libertad importante, que nos restrinjan nuestra autonomía es algo que no llevamos muy bien. Pero no podemos dejar que esto nos haga perder el control.

Cuando estamos fatigados no percibimos la peligrosidad de una forma tan clara, y podemos comportarnos de una forma más laxa a la hora de tomar precauciones, no tenemos tanto cuidado al acercarnos a los otros, con el consiguiente peligro de contagio que esto supone.

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Como evitar la fatiga pandémica:

Limitar el consumo de noticias. Máximo una hora al día

Dormir suficiente. Establece una rutina para acostarte temprano

Hacer ejercicio físico diariamente, aunque sea en casa

Mantener el contacto por internet con familiares y amigos, menos físicamente.

Centrarse en el presente y disfrutar del día a día con meditación o yoga

Aceptar las emociones, si no es posible, pide ayuda a un profesional de la salud mental

Trabajar el pensamiento positivo, esto se acabará y volveremos a la normalidad

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Y principalmente recordar una cosa: es bueno para ti que intentes adaptarte a la situación en la que nos ha tocado vivir. El árbol que no es flexible, cuando llega un viento fuerte se quiebra.

Vamos a pensar que esto pasará y recuperaremos las ganas de vivir, viajar, juntarnos con amigos y tomarnos algo en un bar-dentro o fuera- sin mascarilla. La gravedad del momento en el que vivimos no la podemos negar, pero también es cierto que podemos aprender a percibirla de una forma más adaptativa, por nuestro propio bien.

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