Regresión a vidas pasadas: lo que tu corazón te enseña del pasado, para que sanes el presente.

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Por David Martín Gómez

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Hace más de cuatro años que emprendí un camino dedicado a mi desarrollo personal y espiritual. Durante este tiempo, me he ido interesando por diversas herramientas, enseñanzas o técnicas. Ninguna es peor o mejor que otra, todas me han ayudado en cierta medida en este camino, y sobre todo me han permitido aprender algo nuevo que me ha servido para vivir más en consciencia y hacer brillar mi propia luz.

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Pero de todas ellas, la experiencia más reveladora, profunda, inexplicable y a la vez más sanadora, ha sido con mucho la de la regresión a vidas pasadas.

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Esta última frase ha salido de mi corazón en apenas un segundo. Sin embargo, me ha costado unos cinco minutos decidir si se quedaba en este artículo o no. Y es así como, paradójicamente, me encuentro ante el mejor ejemplo para explicar lo que se siente al realizar una regresión a una vida pasada. Una experiencia tan pura, tan emotiva y tan hermosa que nuestro corazón la hace suya enseguida, si es que no estaba ahí ya antes. Pero a la vez tan inmensa y tan excepcional que se escapa a nuestro, a veces corto, entendimiento humano. Y ahí vendrá la mente a decirte que ‘’¿seguro que no te lo has inventado?’’; ‘’a ver si es que lo has visto en una película antes’’; y sobre todo ‘’no puede ser’’.

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Por ese motivo, esta técnica parapsicológica no ha cesado de levantar incertidumbre y convicción a partes iguales. Porque solo es demostrable mediante los testimonios de las, aún sorprendidas, personas que han vivido la experiencia. Y nuestra mente se niega a procesar algo para lo que no ha sido preparada. A saber, que, arrastramos una serie de bloqueos emocionales fruto de episodios más o menos traumáticos ocurridos en una vida pasada; que todas nuestras almas están conectadas, como miles de rayos que provienen de una misma luz; que, aun siendo un todo con los demás, avanzamos por las diferentes vidas con un grupo de almas en particular, como una pequeña familia; y, sobre todo, que en cada vida debemos aprender una enseñanza en particular que nos ayudará a evolucionar a un siguiente plano.

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A priori, esto no hay mente humana que lo pueda procesar sin mil interrogantes. Ahora bien, lo que sí se puede es sentir por uno mismo. E incluso habiéndolo experimentado varias veces te seguirás preguntando ‘’¿cómo?’’. Aun habiendo podido desbloquear miedos y emociones que creías tan tuyas que pensabas que jamás superarías. Pero ¿cómo llegó hasta mí la oportunidad de vivir una experiencia así?

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Mi primera regresión fue estando en terapia psicológica. Tras varias semanas trabajando con mi psicoterapeuta, Rosario Prieto, adivinamos que había una serie de bloqueos en mí. Lo que yo llamo un nudo, ya que lo sentía como un gran nudo atado fuertemente en la zona del diafragma, casualmente en el llamado plexo solar o chakra número 3, Manipura. Cada vez que rozábamos de forma superficial el motivo de mi visita, una acuciante falta de autoestima, ese nudo se apretaba más fuerte y en mi cabeza retumbaba de manera fuerte un gran ‘’no’’. Como un callejón sin salida, donde da igual lo que hiciera, no podía seguir avanzando. Ese nudo era imposible de desatar. Fue entonces cuando Rosario me ofreció la posibilidad de hacer una regresión, y accedí con interés e incertidumbre por igual.  

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Una vez en estado hipnótico, y desde el momento que abrí esa puerta que me conducía a una vida anterior, pude sentir y ver con facilidad vivencias que no había experimentado nunca, pero que de igual modo me pertenecían, eran mías.

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Durante esas regresiones, y siempre hablando de mi caso, viví con todo lujo de detalles hasta seis vidas diferentes. Curiosamente, lo que se me mostraba en cada una de esas vidas era algo así como lo que necesitaba ver y sentir en mi encarnación actual, para deshacer ese nudo, para desbloquear mis miedos y emociones negativas.

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Así fue como por unos instantes y en distintas sesiones, experimenté lo que era ser un niño de una rica familia de colonos en la Cuba del siglo XIX, el cual es criado entre algodones, pero sin la más mínima muestra de afecto por parte de alguien, y que termina muriendo ahogado en un accidente náutico. O un maestro alfarero alemán que pierde una mano y cae en la desidia más terrible al no poder seguir llevando a cabo lo que más le gusta. Y también una alegre y bella joven suiza que no puede quedarse embarazada y termina quitándose la vida por no poder cumplir con las expectativas que pedían la familia de su marido y la sociedad victoriana de la época.

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Estas son las historias más tristes. Sus protagonistas sufrieron y padecieron, y yo sufrí con ellos. Ellos no fueron capaces de superar la lección espiritual que se supone que vinieron a aprender, y esa herencia kármica ha llegado hasta mí, para que haga algo con ella. Desde luego que yo no sé lo que es ser un niño y que no te quiera nadie, o que pierdas una mano y te incapacite para trabajar en lo que te apasiona, y por supuesto siendo hombre, lo que es querer quedarte embarazada y no poder. Pero durante esos instantes lo sentí, lo experimenté. Y vivir esos momentos han conseguido desbloquear en mí todos mis miedos e inseguridades, y pensándolo ahora, con mi resarcir, hacer justicia a tan amargas vidas.

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Pero también están las historias más alegres. Vidas fabulosas de superación y vivencias extraordinarias. Como la de un marinero inglés, un hippie y aventurero nato, que sobrevivió a un naufragio y comprendió lo importante que es confiar en la vida. O la de un joven austriaco que deja pasar su sueño de ser compositor por falta de compromiso, aunque forma una maravillosa familia que le enseña la fugacidad de la vida y la importancia de la dedicación en lo que creemos. Y por supuesto la que considero mi vivencia más especial. Un mimado esclavo sexual en el antiguo Egipto, que consigue su propia libertad, abandonar una existencia de lujos, pero de cautiverio y labrarse por su propia cuenta una vida más frugal, pero plena. Libre de aquella jaula de oro que era el palacio de su amo. Y al igual que en las historias más tristes, sentí lo que necesitaba para desatar un poco más ese nudo antes mencionado. La diferencia es que ellos sí descubrieron la enseñanza que había en su propia existencia, y una vez la aprendieron y aceptaron, pudieron vivir en plenitud. Al contrario que las vivencias más fatídicas, donde sus protagonistas se dejaron arrastrar quizás por las circunstancias y no consiguieron ver el aprendizaje espiritual que la vida les ofrecía.

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Todas esas vidas están plagadas de detalles, de sentimientos, de caras, de sensaciones, de colores y olores, de lágrimas y risas, de placer y de dolor. Emociones que haya vivido o no en mi actual vida, son al fin y al cabo humanas. Por eso, nada es comparable a la última parte de una sesión de regresión, al menos en mi caso. En la que tras abandonar el cuerpo de aquella persona cuya vida has vivido, experimentas un viaje a otro lugar, no terrenal y lleno de luz. Donde otros seres iguales a ti te reciben para darte el amor más puro e incondicional que he sentido en mi vida. De nuevo escribiendo estas frases mi corazón está seguro de lo que ha sentido y mi cabeza se cuestiona cómo es posible. Pero esa sensación de volver a casa, al verdadero hogar, donde te esperan los tuyos tras un largo y duro viaje es indescriptible.

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Como increíble y rápida fue mi recuperación y la reparación de mi propia autoestima. La terapia psicológica fue de vital importancia para recuperar las riendas de mi vida. Pero sin duda, la experiencia de la regresión a vidas pasadas aceleró ese proceso y me ayudó a ver y a sentir vivencias que necesitaba conocer en ese momento. Sanar todas esas heridas que no me permitían ser la persona que yo sé que soy realmente. Y en definitiva deshacer por fin ese nudo que mencionaba, sino por completo, seguro que en gran medida.

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De la experiencia global, me llevo además una gran enseñanza, aunque no sea fácil de practicar. Escucha siempre la primera respuesta que te dé tu corazón. Aunque la mente te genere muchos interrogantes y hagas balances interminables para dar con una decisión, la respuesta que da el corazón viene siempre antes de que se ponga la mente en marcha. Es casi inaudible, pero es la primera en llegar, la más rápida. Y el corazón nunca se equivoca. Te ponga en una situación mejor o peor, es lo que necesitas vivir para aprender y superarte. Estoy totalmente seguro que eso fue lo que hicieron las personas cuyas vidas felices he experimentado en mis regresiones. Escuchar más a su corazón.

 

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