Estrés postraumático

Marcos (nombre ficticio) sentado en el sofá de la consulta comenzó a llorar y a temblar sin control, le deje que desahogara toda la emoción durante largos minutos, parecía no parar, gemía y resoplaba, se levantaba y daba puñetazos al aire, intentaba parar y no podía…hasta que poco a poco se fue calmando por sí mismo, dejó de soltar rabia y ya solo suspiraba tapándose la cara con un cleenex, unos minutos después ya era capaz de levantar la vista y mover la boca intentando sonreír.

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Si no sabemos nada más de él que esta reacción, pensaríamos que es una persona descontrolada, un poco desequilibrada. Pues no, tiene justificación su comportamiento.

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Meses antes, yendo camino a Burgos (o cualquier otro lugar) con su novia por una carretera comarcal de dos carriles disfrutaban del paisaje. De repente, al girar la curva se encuentran dos coches de frente, sin tiempo para frenar aparece una emoción ¡pánico! El tiempo comienza a correr a cámara lenta, la respuesta física en ese momento toma el mando, sus sentidos se activan con fuerza y percibe todo ralentizado, ve acercarse el coche, gira el volante y oye el grito de su novia en la lejanía. Un choque, otro choque contra un árbol de la orilla y, finalmente, el silencio despejándose tras una nube de polvo y humo.

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Marcos se da cuenta que ha pasado el peligro, salen los dos del coche y ven que todos están bien. Alicia, su novia, apoyada contra el coche comienza a temblar sin parar de llorar a gritos, ella sabe que no les ha pasado nada, que no hay heridos, pero no puede evitar expresar la tensión acumulada, soltar el miedo que la bloqueó solo unos momentos antes.

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Él se hace el fuerte y trata de calmarla: “tranquila, ya ha pasado, estamos bien, no llores”, intentando que deje de “dar la nota”. Le dice que él también ha pasado miedo en el momento, pero ¿qué sentido tiene gritar ahora? Después de unos minutos Marta se va calmando, tanto a nivel anímico como físico se relaja, ya no tiembla y puede hablar para explicarse.

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Sin embargo, Marcos que ha permanecido aparentemente calmado después de la experiencia, continuará en tensión no liberada durante semanas, incluso meses. Al dormirse recordará el golpe, pensará en lo que podría haber pasado y tendrá pesadillas noche tras noche.

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Conmigo ha reconocido su miedo, el impacto emocional que le ha producido la experiencia y ha conseguido librarse de esa presión…creo que ha vuelto a dormir perfectamente.