Victimismo, ese ladrón de sueños

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Que levante la mano quien no se ha quejado alguna vez, es muy común, a veces es incluso terapéutico quejarse un poquito de lo mal que nos va, pero otra cosa que ya no es tan eficaz para nuestra vida es ser “quejica crónico”, o por usar un término psicológico, victimista crónico.

Hay que decir que el victimismo crónico no es una patología, pero sí cabe la posibilidad de que alguien que ha asumido este papel acabe desarrollando un trastorno paranoide de la personalidad, y es que, si alguien se empeña en acusar al mundo de todos sus males, se convertirá en una persona desconfiada y acabará viendo por todas partes complots en su contra.

¿Las cosas te van fatal?

La persona que va de víctima es fácilmente reconocible por su lenguaje negativo: que si “la cosa” va fatal, que si mira no-se-quien que me ha hecho, que estoy fatal por culpa del estrés del trabajo, que mi pareja me ha dejado y además se ha llevado el perro, etc. su vida es un enfado permanente, se pierde en rencores del pasado no dejando tiempo para sueños o planes de futuro.

La víctima no siempre es consciente de sus quejas, lo hace como estilo de vida. La víctima no nace, se hace, su personalidad pasa poco a poco a ser pesimista, desconfiada e intolerante, creando un entorno de malestar y negatividad a su alrededor que atraen más de lo mismo. Estas personas distorsionan la realidad y todo lo malo que les pasa lo ven como malísimo y lo bueno directamente no lo ven. Tienen el locus de control externo, esto es importante detectarlo ya que una persona con el locus de control externo va a atribuir a causas externas todo aquello que le sucede. Por ejemplo, un estudiante que suspende un examen va a atribuir su fracaso a la mala suerte con las preguntas que cayeron, a la gran dificultad del examen o al profesor que no le explicó bien los contenidos del examen. Pero nunca va a reconocer que ha estudiado poco.

Estas personas, por lo tanto, perciben las circunstancias de su vida, no como el resultado de sus acciones, sino como una cuestión de suerte, del destino o de un poder sobrenatural. Tienen la idea de que, si son felices, la causa está fuera, en su pareja, familia, trabajo, etc. y si en algún momento hay un cambio en su vida y se ve privado de lo quería, va a tender a pensar que lo que ocurre a su alrededor no depende de él, por lo tanto, no actuará para cambiarlo y pensará que si le falta eso que quería, ya no podrá ser feliz.

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Entonces… ¿Soy un victimista?

Los victimistas se escudan en su mala suerte, su mala salud o las malas circunstancias para evitar la responsabilidad que supone enfrentarse a su propia vida, les cuesta reconocer que han cometido un error, así como pedir perdón por algo que han hecho mal. Culparan a todos menos a sí mismos, no ven nada reprochable o mejorable en su persona, son intolerables con los defectos de los demás, pero va a resultar harto difícil que reflexionen sobre su actitud o comportamientos, que consideran siempre adecuados.

Si te has reconocido como víctima, no te preocupes, hay solución, es posible recuperarar tu vida y la ilusión.

Comienza analizando cuando y de qué te quejas más habitualmente, identifica esos pensamientos negativos que te llevan a comportamientos y sentimientos victimistas. Después plantéate que ventajas te aporta ¿te escuchan más? ¿evitas responsabilidades? Se sincero/a.

Desde tu perspectiva hoy, te puede costar cambiar las emociones ya que estás enfocando todo lo que vives desde el lado negativo, debes ser consciente de este hecho y esforzarte un poco más por ver la parte positiva…¡siempre la hay!

Eres capaz de desarrollar enfoques más constructivos que te lleven a un afrontamiento activo de las situaciones, ¡demuestra tu poder para manejar tu vida! Tú decides como actuar, puedes pedir ayuda para aprender a ser el/la protagonista de tu propia vida. Piensa que las situaciones difíciles están ahí para superarlas y hacerte más fuerte.

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